Tenerle miedo a la Ciudad de México
Debo decir que es una de mis ciudades favoritas, extraño vivir aquí y amo su folklore pero no se aun si esté lista para reencontrarme con esta cuidad para volver a vivirla.
En el 2007 llegué a vivir a la Ciudad de México, cuando salí de la universidad tuve la oportunidad de venirme a trabajar y definitivamente fue lo mejor que me pasó en ese momento, disfruté tanto vivir aquí que aún añoro volver a hacerlo, no fue fácil despedirme de la capital cuando me mudé a Monterrey en el 2020 pero pensé que pronto regresaría para continuar con mis historia de amor con esta ciudad, pero en el 2017, exactamente el 19 de septiembre, fecha que tembló en la ciudad causando una gran tragedia y dejándonos a muchos en shock, con miedo y pensando que esto podría volver a ocurrir.
En ese momento no me di cuenta pero la realidad es que el sismo del 2017 me provocó estrés postraumático, que se desencadenó provocando periodos largos de insomnio, miedo a estar sola en la ciudad y una gran ansiedad al escuchar la alerta sísmica.
Dejé de dormir toda la noche con la luz apagada, mi descanso desde entonces no es igual y cuando estoy aquí solo pienso en que debo tener todo listo por si debo salir corriendo al escuchar la alerta, me da mucha ansiedad escuchar sirenas y ruidos fuertes.
El estrés postraumático (conocido clínicamente como trastorno de estrés postraumático o TEPT) es un trastorno mental que puede desarrollarse después de que una persona experimenta o presencia un evento traumático. Estos eventos pueden incluir situaciones como violencia, abuso, accidentes graves, desastres naturales, guerra, pérdida repentina de un ser querido o cualquier experiencia que haya puesto en peligro la vida o la integridad emocional de la persona.
Aunque amo esta ciudad creo que ya no volvería con mis dos hijos y mis tres perros, porque lo primero en lo que pienso es como le haría si temblara para sacarlos a todos a un lugar seguro. ¿Te imaginas que ese sea el primer pensamiento que se viene a mi cabeza?
Vi de cerca la tragedia del Rébsamen, mi hermana estuvo apoyando en las labores de rescate y vivíamos muy cerca, me tocó ver a jóvenes desesperados consiguiendo palas y picos para mover los escombros porque sabían que había niños atrapados, pude percibir el caos, el llanto la desesperación de las personas por todo lo que se decía en voz alta y lo que los medios comunicaban, aunque afortunadamente todos en mi familia estuvieron bien durante esa tragedia, no puedo olvidarme de lo que vi y cada vez que lo recuerdo recorren las lágrimas mis mejillas porque no puedo imaginarme estar en el lugar de esos padres que estaban perdiendo a sus hijos bajos los escombros de la escuela.
Con los años he entendido que este estrés no pasa, no se olvida y aunque siga amando esta maravillosa ciudad, quizá por mucho tiempo más sienta esta ansiedad y miedo al caminar por sus calles.
En este último viaje, mi hermano se iría a Tuxpan la semana que yo estaría aquí y mi primer pensamiento fue que debía estar más atenta a lo que pasaba; en un viaje anterior me quedé varios días sola en casa de mi mamá y todos los días dormía con miedo de que algo pudiera ocurrir durante la noche, sinceramente no dormí bien ni un solo día.
Hoy se que el estrés postraumático se puede tratar y lo más importante es aceptar que vivimos con el, ponerle nombre y reconocer que afecta nuestra salud mental.
¿Que podemos hacer si identificamos que tenemos estrés postraumático?
Asistir a psicoterapia especializada, como la terapia cognitivo-conductual o EMDR
Tomar medicamentos indicados bajos supervisión médica, en caso de necesitarlos, para estabilizar síntomas
Utilizar técnicas somáticas y de regulación emocional
Buscar una red de apoyo emocional segura.
Si tú o alguien cercano está lidiando con esto, debes saber que no es debilidad, no es exageración, no es “no saber seguir adelante”.
Es un trauma no resuelto que merece comprensión y ayuda profesional.
Vivir así es difícil y aunque entiendo que no lo he sufrido tan severamente como otras personas, no significa que no sea importante, por eso, empecé a hablar de esos días en terapia, de lo que percibí, de lo que sentí y el miedo que me da pensar que eso vuelva a suceder.
Hoy después de 8 años puedo hablar abiertamente de lo que siento, no obstante, reconocí que sufría este trastorno mental desde hace varios años atrás, cuando decidí ponerle nombre y apellido a la ansiedad que me generaba esta situación tan compleja y desgastante.